Chamame Universal. Por Carlos Torres

Ph: @Bycorrales

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El chamamé se convirtió en el tercer bien cultural argentino declarado patrimonio cultural inmaterial de la humanidad, luego del tango y el fileteado porteño. Más allá de la consecución de metas por parte de las instancias involucradas en tal logro, resulta interesante detenernos a pensar un poco respecto a qué y cómo nos interpela -desde un criterio intercultural- el hecho de ser universal. ¿Patrimonio cultural inmaterial o patrimonialización de la cultura? 

¿Qué hay detrás de la patrimonialización de las prácticas culturales?. ¿Qué parte de la conceptualización tradicional, de la visión esencialista del patrimonio, de la apropiación material y simbólica de ésta por parte de los grupos hegemónicos se construye sin tener en cuenta la diversidad de sujetos que construyen dichos patrimonios? ¿Qué papel juega el patrimonio como categoría conceptual en la consecuente valorización y jerarquización de determinadas obras o expresiones a expensas de otras?

Perteneciente o relativo al universo. Que comprende o es común a todos en su especie sin excepción de ninguno confiere la definición de “universal”, remite el diccionario ante la requisitoria por tratar de definir el término “universal”.

La universalidad de un pensamiento, puede ser el alcance y la magnitud del conocimiento, enseñanza y sabiduría que sea capaz de propagar en un amplio espectro y en múltiples direcciones en la vida y obra de la humanidad. De esta manera se enmarca el propósito por intentar brindar alcances y significados a la expresión.

De qué manera nos interpela la declaración de universalidad del chamamé. ¿Es la letra de tal declaración solo un puñado de buenas intenciones desde lo discursivo? O una propuesta para ampliar el mercado de consumo sin alterar el estado de la situación. En el mientras tanto, los efectos de los interpretantes de una identidad correntina siguen mostrando los dientes, en vigilante actitud defensiva ante los cambios. 

En las coreografías de la música/danza del chamamé el galanteo es siempre masculino y a la mujer le queda marcar- por todo- un “escobilleo” como alternativa y aceptación pasiva de seducción. ¿Acaso el placer y el goce son solo atributos de paisano?¿Por qué no aparecen gitanos (como colectivo visible) o parejas de sexualidad disidente en las publicidades de la gran Fiesta? ¿En qué medida las canciones inéditas abordan las temáticas actuales como la cuestión ambiental, la violencia de género, la niñas que son madres por causa de una violación, el trabajo infantil…?

El patrimonio cultural inmaterial ¿un término inconveniente? Un aspecto problemático es el uso singular del término “patrimonio” ya que remite a una singularidad con un mismo sentido de pertenencia grupal y no un conjunto de manifestaciones diversas.

Lo universal comprende a todos, aquello que es común, sin excepción a ninguno, que es capaz de propagarse en múltiples direcciones.

Les propongo un recorrido de “constelaciones” en este universo chamamé para procurar entender la cuestión. La primera constelación nos remite a una pseudoinclusión, aquella que declama que la verdadera inclusión es aprender lengua de señas y braille y no necesariamente hablar con lenguaje no sexista.  

Imaginense por ejemplo una noche de transmisión de la Fiesta Nacional del Chamamé donde hay alguien que oficia las veces de intérprete de lengua de señas y que transmite supuestamente de manera inclusiva para todas las personas del mundo que consiguen acompañar la señal de transmisión. Primer error, la lengua de señas no es “universal”.  La Federación Mundial de Personas Sordas señala que en el mundo existen más de 300 lenguas de señas, cifra complementaria a las casi siete mil lenguas orales existentes, entre ellas por ejemplo el idioma inglés o español. Cada lengua de señas posee estructuras sintácticas en constante desarrollo inherentes a una lengua y gramática propias que permitan la representación del mundo con las manos, con características visogestuales propias de esa lengua.

De esta manera, dejando entrar un poco de luz recién se pueden comenzar a abrir otros nudos. La platea asistente -de pronto- puede estar riendo cómplicemente con el chiste del humorista que ocupa transitoriamente el escenario mayor- pero quien efectúa las veces de intérprete de lengua de seña por su vez- se encuentre pasando por un difícil brete a la hora de poner en gestos las estigmatizaciones propias de la identidad que propone el cuentista. Tensión que a veces se muestra harto evidente ante las cámaras porque no se consigue encontrar -en simultáneo- apuntadores de discriminación que permitan negociar sentidos a la distancia para espectadores brasileños o paraguayos por ejemplo.  De esa manera el lenguaje androcentrista se impone y gana el escenario de significación, invisibilizando con mayor recurrencia a las mujeres e identidades disidentes, a las discapacidades diversas y a las pertenencias étnicas.

Una segunda constelación tiene que ver con el hecho de que tiene media sanción el proyecto de ley para la declaración del sapucay como patrimonio inmaterial de la humanidad presentada por Norberto Ast. De la misma manera que lo descripto anteriormente la fundamentación del proyecto también carga con un fuerte sesgo androcentrista. Sostiene que el sapucay es un grito de hombre, esencia de hombre, grito de paisano correntino. 

Se me viene a la mente la imagen de una señora alzando el cartelito de promoción de un vino, en plena Fiesta Nacional del Chamamé, intentando que la cámara la tome y lanzando al aire un estruendoso sapucay.  En ese cartel, en ese grito contestatario y el saludo a una localidad del interior hay mucho de replanteo a la pretendida “esencia de hombre”. En este caso también viene a disputar sentidos acerca del porqué del grito, a interpelar que el estado de ánimo y sobre todo la celebración del goce tampoco tienen emisor único, exclusivo y excluyente.

Viene también a negociar la fijeza de la tradición y supremacía de los conjuntos de chamameceros hombres. Siempre se dijo que no había suficientes mujeres músicas y que no eran convocantes, dando a entender que la música era solo territorio masculino.  

La Ley de Cupo Femenino en eventos musicales, la primera a nivel mundial de este tipo, se aprobó en noviembre de 2019 y establece un mínimo de 30 por ciento de mujeres solistas y/o agrupaciones musicales mixtas en los eventos que convoquen a más de tres agrupaciones musicales, siendo el INAMU (Instituto Nacional de Música) la autoridad de aplicación. Paradójicamente Corrientes, Tucumán y Tierra del Fuego son las provincias que restan promulgar la ley de Paridad de Género.

Tanto para desanudar en ese patrimonio inmaterial cultural, mucho para quebrar, bastante para abrir la madeja para que las mujeres dejen de ser meras espectadoras para pasar a subir a los escenarios y tener participación. 

Una tercera constelación radica en el problema de que invariablemente el término “patrimonio” va seguido de una noción de propiedad.  Consecuentemente  ¿será que este  envión de reconocimiento mundial  remueve sin más algunas mezquindades de pago chico? 

Pienso en algunas manifestaciones no muy lejanas como las protagonizadas por Nahiara Saucedo y Juan Cruz Manrique dos bailarines chaqueños integrantes del Taller Danzas Bagual Fuentes de la localidad de Fontana que formaron parte del espectáculo “Argentum” que se llevó a cabo en el teatro Colón en el marco del G20. Poco de lo universal recogían las manifestaciones en redes sociales y radiales de Corrientes cuestionando la legitimidad de la representatividad para estar en el primer coliseo argentino, un cosquilleo de que hayan sido chaqueños y no correntinos los representantes para bailar el segmento de chamamé en el encuentro de líderes del mundo. Esto nos lleva a pensar si en verdad se puede pasar por alto que una declaración   deje en pausa los procesos internos que complican la apertura e invitación plural de ser chamamé.  Incluir-recordemos- no es solamente dejar entrar, sino dar la bienvenida. 

De la misma manera que sigue sin entenderse por qué en varios países se dejó de lado la noción de reinas y aunque si bien se ha suplantado por la de “representante” el malestar mantiene su carga de desconfianza latente. En una fiesta que históricamente siempre tuvo reina y nunca rey, como manto omnipresente agitado por una masculinidad frágil, que privilegia mantener lo macho por sobre todas las cosas.  En este contexto con solo pensar que la representante de la fiesta no sea correntina, que la pareja nacional sea de otra nacionalidad o que alguien pueda bailar mejor que otro correntino y coloque en riesgo de pureza de raza en la elección del “Jeroky Yara” o “Dueño del baile” origina una auténtica indefensión semiótica que aún desestabiliza. Estrategias en fin para que “ñanderecó” (nuestra forma de ser) no resulte alterada. 

La noción del patrimonio universal como propiedad, como una “manera de ser” según el lema de una de las ediciones de la Fiesta Nacional del Chamamé y del Mercosur también impregna lo espiritual y religioso. La prefiguración de rasgos esencialistas a seguir como únicos valores aspiracionales complica también este camino ante las diferentes formas en que el ser superior encarna o adopta. ¿No estaremos a tiempo para imaginar una bendición religiosa de la Fiesta más ecuménica por ejemplo? Como dirían los paisanos que el árbol no nos tape el bosque. La variedad de credos y de creyentes que pueden gustar del chamamé quizá también prefieran, estar amparados por esta bandera de lo “universal”, sin tranqueras de identidad fosilizada, con un plus de no “ser” para siempre chamamé sino de “estar siendo”. Y que en definitiva la vigencia y trascendencia más allá del tiempo sea justamente esta delicada alquimia entre aquello que se conserva y lo otro que se transforma.

Que el chamamé que se escucha en las bailantas como manifestación cultural que no distingue clases sociales tenga la oportunidad de celebración propia en un ambiente integrador. Que las identidades involucradas sean plurales con “s” y no restrictivas. Que como bien heredado continúe siempre vivo y dispuesto a transformarse. Que la nación chamamecera sea el verdadero patrimonio que nos enlaza e identifica en el sentimiento. “Sentimientos” que por el momento se recusan de ser patrimonializados y no están disponibles en listas de rasgos fosilizados. 

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